Dícese de todas las cosas que hay desde no estar enferma hasta vivir bien. Como definición puede parecer demasiado genérica, porque son muchas cosas, así que vamos a concretar un poco. Ahora, en el confinamiento, salud es desde no tener el virus a que lxs peques no tengan que comer pizza todos los días; desde tener tarjeta sanitaria para poder ir al centro de salud o el hospital hasta tener segura la compra básica del mes y no tener que escoger entre comprar carne o comprar todas las medicinas; desde no desfallecer cuidando a pequeñxs y mayorxs hasta no quedar fuera de las ayudas del gobierno; desde tener un ganarse la vida al que volver a tener una escuela infantil para lxs hijxs cuando salgamos otra vez a la calle…
En las periferias sabemos, desde hace tiempo, que salud es una cosa colectiva y es una cosa que se lucha. La lucha por el agua corriente, el alcantarillado y la desratización allá cuando las casas domingueras; después, la lucha por contar con centro de salud, con ambulatorio, con conexiones de transporte público para el hospital, con escuelas públicas; la lucha por tener parques, algo de verde, alguna pista para correr o para jugar al basket; porque los curros de cuidar que muchas hacemos sean dignos; porque esos cuidados también sean dignos, y las residencias no sean sitios privados y medio cerrados; porque haya médicxs suficientes y con contratos decentes en el centro de salud, porque no te despachen en un minuto o te juzguen porque no te da para hacer todas las cosas saludables que deberías; porque la sanidad siga siendo pública y no privada, porque puedan ir todas las vecinas sean como sean.
En fin, que la salud, en las periferias, son muchas cosas que no dependen de una persona sola, sino de lxs vecinxs, del barrio, y de que haya servicios públicos para todxs. Y ahora, en las periferias confinadas, tener salud se parece aún más que nunca a tener dignidad, a que haya justicia.