He tardado exactamente un mes en bajar al estanco a comprar un sello y un sobre para enviar la carta.
En estos tiempos que corren pocas somos las que mandamos cartas escritas a mano. Juro que cada vez que entro al estanco a pedir un sello me siento como un bicho raro. Y justo ahora, en medio de esta situación ¿a quién se le ocurre mandar una carta escrita a mano con todo lo que ello puede suponer?
Sí, ahora más que nunca te puedes encontrar con el padre de tu amiga de toda la vida en la fila del estanco del barrio, y aunque habléis a la distancia del metro y medio protocolario, antes de irse se va a acercar a decirte “ya nos abrazaremos cuando nos dejen”. Mientras, te da unas palmaditas con su mano (sin guantes, claro) en tu brazo desnudo, y… ¡zas, coronavirus que te llevas! La estanquera, que te pasa el sobre y el sello por la rendija de ese plástico que ha colocado para cubrirse de las pobres almas que van a diario a comprar tabaco, porque sinceramente no hay dios que soporte esta situación, y los ves en las ventanas que se fuman los pitillos de dos en dos como si por cada cigarrillo pudieran consumir un poco de tiempo del encerramiento. Y cuando la estanquera te acerca el sello, lo coges y vas a chuparlo, porque es lo que siempre se ha hecho para poder pegarlo en el sobre, aunque ahora vienen con adhesivo detrás. Y aunque lo sabes, porque compras muchos sellos porque mandas muchas cartas, es la inercia de toda la vida: la de dar el lametón. Y ¡zas, coronavirus que dejas en el sobre! Pero vas a echarla al buzón ¡¿y no te paras a pensar en las trabajadoras de Correos?! Pues sí pero ahí vas tú a poner en riesgo a toda una cadena gente curranta que anda tocando sello-sobre-sello-paquete-envoltorio-sello-sobre-sello. ¡Y zas! Sí, otra vez él: ¡el Covid de nuevo! (Aunque según la RAE lo correcto es decir “LA Covid”, porque claro cuando decimos Covid estamos hablando de “LA enfermedad Covid” y no de “EL virus”). En cualquier caso, masculino o femenino, el repartidor se lo lleva pa su casa. Por tu culpa, porque has decidido comunicarte por carta en tiempos en los que el reparto solo es lícito para paquetes de Amazon y Glovo.
Pero no fue nada de esto lo que me hizo tardar un mes en bajar de casa a echar la carta. La verdad es que esta vez no sabía que escribir en ella. Es que… ¿qué le escribes a un hermano que está en la cárcel? ¿le cuentas cómo te sientes y que a veces te da ansiedad no poder salir? ¿qué le dices a alguien que te ha llamado unos días antes y te ha contado que ahora que “afuera” (qué ironía ahora que para nosotras es más “adentro” que nunca) está todo bloqueado, los problemas dentro son más problemas que nunca? Sí, que no hay Vis a Vis y ni siquiera se permiten las comunicaciones tras el cristal, el contacto con el exterior es solo a través de llamadas telefónicas fugaces y de cartas que creemos que no se entregan. No hay visitas, no hay movimiento de fuera para dentro y claro, que entrase droga sería un canteo, así que el mono se hace impredecible. Se disparan las peleas y los suicidios. Eso contó el otro día, que su compañero de celda se había suicidado, y solo había pasado una semana desde el decreto del estado de alarma “afuera”. En otro centro penitenciario que estuvo hace un par de años también lo intentó otro interno. Pero él y otro compañero suyo lo encontraron y rápidamente consiguieron salvarle. Suerte para los internos que le salvaron que la Junta de Tratamiento les premió con “puntos positivos” por haber salvado al compañero. No sé si el que trataba de ejecutar el suicidio pensó lo mismo.
¿Qué le dices a alguien que con 35 años ha pasado los últimos diez entrando y saliendo de encerramientos? Centro de tratamiento para personas drogodependientes, hospital, módulo de respeto, módulo de enfermería, Proyecto Hombre, arresto domiciliario…El arresto domiciliario, que parece el paraíso frente al resto de opciones y sin embargo se convierte en la más dura trampa para el yonki. En su propio barrio, que, en el bar de la esquina sabe que se encontrará con el resto, que van a por lo mismo. Allí es donde vuelven siempre todos. Los que no están, están en la cárcel, pero cuando salgan volverán ahí. Se dan noticias de uno y de otro. Se informan de que el Torete y el Pinzas están también en el trullo. Que al hijo de la Mari, la de “Frutas Mari”, también lo han pillado, que menos mal que está el hermano de la de “El Bar La Torre” en el mismo módulo, que lleva más de seis años, y le cuida, porque en la cárcel es otro cantar y el hijo de la Mari allí es un pobre pringao (no como en el barrio). Y claro, ¡cómo no saltarse el arresto si es solo bajar las escaleras! Y así, otra vez en busca y captura. Parece una frase de película, pero no…no os voy a decir cuántas veces ha estado mi hermano en busca y captura. Cuando le han dado un permiso, cuando ha estado en arresto domiciliario, casi todas las veces se ha escapado. Que digo yo… un poquito de tregua para una persona que VIVE en la cárcel, ¿no? Aunque creo que de algún modo la policía se lo da, porque tardan dos-tres días en meterlo de nuevo pa dentro. Y no es tan difícil, todo el mundo en este barrio sabe dónde se mueve el cotarro. Y no es que mi hermano pueda ni se vaya, el pobre hombre, a poner a correr. Le pillan y vuelta al ruedo. Siempre pendiente de nuevos juicios que harán que el círculo se convierta en una espiral de la que salir. Y el resto sin entender cómo habiendole dado “el premio del permiso” o “el premio de cumplir parte de la condena en casa” DECIDE meterse a la cárcel. Con lo bien que se está en casa…
Así que al final, después de acordarme de todas las veces que he bajado al barrio a ver si le veía por ahí y lo traía de vuelta a casa, las veces que he visto cómo la policía se acercaba para llevárselo, y él ahí con la cara partida pidiéndome que me fuera a casa “por favor”. Y también, las veces que he tenido que hacer como que no le veía. Después de pensar en todo esto, le he escrito que estamos bien. Que a veces nos agobiamos por no salir y que poco le podía decir sobre eso porque él lo sabe mejor que nadie. Simplemente esperaba que él estuviera bien. Que pronto nos veríamos porque pronto nos darían permiso para salir.
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