A pesar de su aparente simpleza, el acto cotidiano de nombrar las cosas, la vida, el entorno, es algo de suma importancia. Acciones insertadas imperceptiblemente en nuestras vidas cotidianas: decir, calificar y distinguir las cosas son operaciones que a la vez reflejan y configuran la realidad. Cuando hablamos estamos haciendo algo, y las palabras -de forma inevitable pero no siempre consciente- también hacen algo con nosotras.
Ya lo hemos señalado: con algunas intuiciones y la voluntad clara de desarrollar una mirada atenta, una disposición para escuchar y para charlar, hemos podido percibir una densa y rica red de significados periféricos, otorgados por las gentes: polisemias, versiones y declinaciones que componen un lenguaje complejo desde lo cotidiano. Así, las entradas que hemos ido elaborando en este diccionario son de muy distintos tipos: verbos, sustantivos y adjetivos, conceptos compuestos, expresiones y frases hechas. Y muchas palabras nuevas, inventadas y reconstruidas en ese proceso de conversación.
Pero, en todo caso, se trata de un lenguaje periférico que pertenece a los saberes alejados de los núcleos de poder y conocimientos oficiales. Se trata pues, de conceptos y expresiones, pero también tonos y acentos, unas veces relegados al olvido, otras muchas presentes en el lenguaje legítimo como ejemplos de vulgaridad, de error y de incultura. Las gramáticas y diccionarios oficiales se distancian del glosario periférico, para calificar sus palabras o despreciarlas unas veces, reutilizarlas otras y, en fin, imitarlas o folklorizarlas en el lenguaje mediático, que va a ser también el repositorio de la imagen y el verbo asociado a la vulgaridad desordenada, al peligro, a lo inmoral. Nosotras por el contrario reconocemos esto como diversidad. Si luchamos contra las jerarquías también lo hacemos contra la corrección por ser su reflejo. El lector despistado creerá ver en las definiciones de este diccionario innumerables errores lingüísticos, ortográficos, de estilo o gramaticales… en realidad son diferentes formas de utilizar la lengua, gramáticas propias y ortografías libres que se hacen correctas cada una en su contexto.
Este empeño, en todo caso, no es un ejercicio lúdico de rehabilitación lingüística. Si queremos poner en marcha otros saberes y otras formas de generar conocimiento, entonces hay que jugar fuerte en el terreno del lenguaje y en el combate por las palabras y los conceptos. Primero mostrando la desnudez del lenguaje que se dice legítimo, culto y correcto, que siempre necesita un sustrato social donde desplegarse y con el que las gentes vulgares y corrientes como nosotros, usamos, estiramos, deformamos cotidianamente. Segundo –o más bien a la vez- reconociendo y abriendo la enorme y compleja carga de significados de los saberes periféricos, que nunca son la referencia de lo adecuado y difícilmente encontrarán hueco en diccionarios de referencia, ni siquiera los de uso, acuciados como están por la brevedad, la concisión y lo correcto.
Recopilar palabras y expresiones es, pues, una pequeña parte, un granito de arena, de un proyecto más amplio: aquel que pretende plantear formas de investigar y conocer comunes, generar pensamiento propio que muestre que ya no nos creemos las representaciones mediáticas al uso, ni los laberintos jurídicos del lenguaje, ni la palabrería de una política de oligarquías y élites. Porque hablar y nombrar es importante para reinterpretar la realidad y poder acompañarla de las grandes preguntas: “¿qué pasa?”, “¿qué hacer?”, “¿qué imaginar?”. Definir, pues, lleva implícita la imaginación de la acción y del futuro.
Tampoco es esto, por tanto, una colección localista y pintoresca de palabras y conceptos. No queremos alimentar prejuicios y estereotipos, sino invitar a un trabajo permanente de preguntas, de sensibilidad de oído, de reconocimiento de las vidas comunes. Las palabras y expresiones aquí recogidas muestran su enorme capacidad y poder de configurar realidades, de ser significativas; y eso es algo universal y no exclusivo de este o aquel lugar.
El diccionario de las periferias es una parte del esfuerzo por buscar y generar relatos distintos a los hegemónicos y oficiales, incluidos aquellos que se generan desde la academia. Porque, lejos de la inocuidad, pensamos que esos relatos están construyendo la ofensiva neoliberal que nos propone nuevas formas de convivencia y, con ello, la imposibilidad de pensar otras formas de ser y estar juntos. Y porque sabemos que en los barrios, en la vida cotidiana, ya se están produciendo resistencias a esa ofensiva por medio de miles de iniciativas, okupaciones, grupos de consumo, redes informales de solidaridad, espacios de arte, deporte, etc. Y, porque intuimos que todo esto va más allá de la crisis que parece explicar y justificar todo.
Al contrario de lo que pretenden los diccionarios de referencia, éste no tiene ni principio ni fin. A pesar de sus límites físicos, nunca sabremos cuándo está terminado, ni siquiera cuando se inició, porque al fin y al cabo nosotras comenzamos recogiendo palabras que ya estaban en circulación. Nadie se puede apropiar de ninguna entrada, ni pretendemos que sean las correctas, sujetas como están a nuevos usos y declinaciones. Cada definición es una de las posibles, es uno de los trazos de la polisemia social de las palabras, un lenguaje complejo, ambivalente, de uso multilocal, que cuenta con estrategias propias de subrayado y etapas de olvido, recuperación y resignificación. Terminemos ya con unas breves pistas acerca de cómo puedes organizar la lectura de las palabras de la periferia.