A la vez que desaparecían los serenos, llegó con la inseguridad ciudadana y con aires de modernidad. Era super!… tener portero automático. Para la chavalería un juego bien divertido ir haciendo toca timbres, hasta hoy. Por si fuera poco este control previo de acceso en casa, además en la puerta de entrada a la vivienda ya no estaba indicada cualquier cerradura: ahora era necesario poner el FAC y la cadena, si todavía no los tenías. Pero en cuestiones de seguridad…nada era suficiente. ¿Y si no estabas dentro cuando llegaran? Tenías que blindarte la puerta. No hacía falta cambiarla, solo forrarla de acero y endosarle nuevas cerraduras, con varios puntos de ajuste y llaves especiales y más caras. A todo esto los porteros automáticos se iban renovando y los había con cámara. Además de oírle podías ver quién llegaba a la puerta del portal. No todos los vecinos tenían posibilidad de comprobación visual desde la ventana ¡Qué sufrimiento que la comunidad no quisiera invertir en uno de estos! ¡Cuántas horas de inútiles reuniones entre los vecinos para discutir sobre la conveniencia de ponerlo o no y de cómo distribuir el exiguo presupuesto!
La seguridad se extendió a las nuevas construcciones. Era importante tener portero físico, no sólo automático y también guarda jurado. Por supuesto cámaras de videovigilancia en la finca y por si fuera poco un sistema de alarmas con vigilancia remota en el propio domicilio. Subir del garage (cuidado al bajar del coche no se haya colado alguien antes, con ese vecino que no espera a que se haya cerrado la puerta automática). UY!!!!!!!! que no se me olvide cambiarle las pilas. Pues eso, subir por el ascensor y sacar el mando para quitar las claves y atravesar los rayos infrarrojos ya desconectados, todo un espectáculo. ¡Como para tener amigos y visitas! Mejor quedamos en el centro comercial que luego todo el mundo se queda con la copla y a saber, que el mundo da muchas vueltas… ¡O que te dejen las llaves para ir a regar! Nuevos inventos para ensanchar la brecha digital, para destruir las relaciones sociales. ¡A mis padres ya no les puedo traer a mi casa, con tanto mando a distancia parece que se quedan en una nave espacial!
La vuelta de tuerca final es cuando ya la familia lo desconecta todo porque se va a otro lugar más seguro, de más estatus y con más medidas de seguridad (si ello es posible) y tapia la casa para que no entre nadie, nunca más, hasta que la especulación de una oportunidad al recinto. Lo que no piensan es que más que impedir el acceso se van construyendo su propio encierro. ¡No relatan demasiadas desapariciones en la telebasura! Warning, okupas: a lo mejor no sólo liberáis un espacio sino también los restos mortales de un héroe de la seguridad ciudadana, enterrado cual Tutankamon del siglo XXI.
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(ver todas las entradas relacionadas con vivienda)
(ver crónica del encuentro “Sobre las casas sin gente y la gente sin casa!”)