Circuito//rutinas

Circuito_rutinas

Mis salidas a la calle durante el confinamiento, según me voy dando cuenta posteriormente, suelen trazar un mismo circuito.

Primero me acerco hasta la panadería a comprar el pan del día. Paso por las mismas calles. Hay un vecino al que casi siempre veo en la terraza, está echando comida al pájaro que tiene en una jaula. Por las calles por donde camino, que son estrechas, sin tráfico motorizado, me cruzo con dos o tres vecinas. Algunas llevan mascarilla para tapar boca y nariz.

La panadería es, además, cafetería. Ahora tienen cerrado el bar. Las dependientas son tres. Una está limpiando el mobiliario con agua y lejía. El olor a lejía es fuerte en todo el local.

Después salgo a la calle y subo una calle empinada. Voy andando por el carril-bici, siempre desierto, que ocupa buena parte de la acera.

En una de las esquinas de una calle, hay una cola de gente. Están esperando para poder entrar en el súper-mercado.

Llego a lo alto. Estas calles están trazadas alrededor de una colina. Hay un kiosko de la ONCE. Está cerrado.

Bajo por otra calle. De nuevo, una cola de gente esperando entrar al DÍA. Hacen fila en la calle, separados por la distancia de dos metros, la distancia que han oído en los medios de comunicación que es segura.

Tuerzo por una calle más ancha. Llego al kiosko de prensa. Saludo a la kioskera, que lleva guantes de plástico y mascarilla. Compro la prensa del día.

Continúo la ruta de cada día que salgo a la calle. Paso por delante de un banco comercial. Junto al cajero automático también hay cola. Gente esperando para sacar dinero.

La calle por la que paso es donde se encuentran las pocas casas bajas, originales del pueblo a mediados del siglo pasado. Casas bajas, con paredes encaladas, cubiertos de teja naranja. También hay un caserío con tapia y reja, patio, pozo y una higuera, donde tenía su taller un alfarero, que hace años que ya no está.

Entro al mercado de abastos. El mercado tiene dos plantas. Recientemente han instalado un ascensor. Las clientas son, sobre todo, mujeres mayores, muchas ya jubilidas. Van con el carrito o una bolsa se compra. Hacen cola delante de cada puesto. Hay que pedir la vez.

Voy al pescadero, al charcutero y al casquero. El mercado tiene dos plantas y dos puertas. Salgo por la otra puerta, la puerta de atrás, dedicada sobre todo a la entrada de mercancías, porque los camiones y furgonetas pueden aparcar mejor, ya que tienen más sitio.

Vuelvo a casa. Cruzo una calle, una plaza, otra calle, otra plaza, una última calle me lleva al edificio.

Cosas que veo: grupos de palomas (a las que alguien ha echado trozos de barra de pan), un coche de policía local, una barrendera, dos jardineros, algunos vecinos con bolsas de la compra.

Dos veces a la semana y a la misma hora, hago el mismo circuito.

Con pocas variaciones, siempre me encuentro a las mismas personas, los mismos elementos urbanos, el mismo silencio contenido, sólo roto por el canto de los pájaros y los pasos de algún gato callejero.

 

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