Sustantivo plural que se empleó profusamente antes de los años 40 del siglo pasado para designar, resumiendo, los dos municipios que quedaban en el extrarradio madrileño cuando el viajero tomaba el camino hacia Leganés o Fuenlabrada. Después, el Alto y el Bajo se unieron para entrar a formar parte de las barriadas madrileñas quedando el nombre en singular, y contribuyendo así a que Madrid dejara de ser ese «poblachón castellano», por medio de un simple decreto franquista. Sin embargo, a principios del siglo XXI podemos decir que hay muchos Carabancheles, así como vidas dentro de ellos: desde las avenidas del PAU, hasta el solar de la prisión; en las nuevas zonas ajardinadas del Puente de Toledo y en los Altos de San Isidro. En las casitas del Tercio Terol y en Pan Bendito. Las calles, los parques, los hilos imperceptibles que unen y separan, conforman hoy una constelación de barrios donde también hay lugares centrales y espacios relegados, calles abarrotadas y rincones olvidados; en fin, barrios para mostrar y renovar, ruinas imperceptibles y arrabales de los que algunos dicen que hay que prevenirse.
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