Sonido Caño Roto
El flamenco más rumboso se cruza, allá por el final de los setenta, con la batería, contrabajo y guitarra eléctrica del rock progresivo para crear el nuevo sonido de las barriadas periféricas. En Madrid, algunos arrabales parten con ventaja: El Pozo, La Ventilla, Villaverde, los territorios de chabolas y poblados de absorción, donde destaca, en torno a la vía Carpetana, el barrio de Caño Roto, que da nombre al sonido. Sonido que llena el aire en el barrio. Los Chorbos, Manzanita con ellos. Otros muchos después que se van a deslizar entre las cintas de cassete, los loros sonando en la piscina, en el coche, abajo en la calle, en el bar o en la bodega. Cintas que se venden y copian a miles. Amores imposibles, talego, droga, escapadas y sueños. Novias en las fiestas del barrio, cacharritos y tiro al plato.
Mientras tanto, para los bien pensantes, el sonido caño roto es un calificativo más, entre despectivo y simpático de la música vulgar y simple a la que se mira por encima del hombro y se desprecia educadamente (por sus letras, sus ritmos machacones, su reiteración y la estética calorra que lo envuelve). Son esos mismos los que, pasados 30 o 40 años, lo recuperan como reliquia del pasado con la que intentan hacerse una idea de la banda sonora de la calle de los crudos 80. Son esos los que luego siguieron mirando por encima del hombro a Camela y las vidas en las periferias, que continua con su sonido ambiente…
(ver todas las entradas del diccionario de las periferias)