No nos fijamos pero están ahí. Firmas y marcas de l@s jóvenes escritores. Nos dicen que están presentes, nos hablan desde la tinta de las paredes, de las puertas, las papeleras, los buzones, las farolas, las vallas…. ¿Manchan la pared? Con el spray, el rotu o el cubo y el rodillo salen en la oscuridad de la noche o cuando todo está desierto para dejar su huella. Vigilan a los otros y respetan sus marcas y se miden con ellos en cantidad, tamaño y visibilidad. Trous, piezas, firmas, carteles, pegatinas y a veces algún mural. Crews de graffiteros que salen a conquistar espacios, que no se ven artistas, que consiguen nuevos spots sin permisos, ni encargos. Es su rebeldía y su destreza la que queda estampada. No siempre son atractivos pero es que trabajan deprisa, están proscritos y además aprenden pintando. No buscan ni ser comprendidos, ni apoyados, sólo atrapar un nuevo hueco y llenarlo. Sólo poner su marca y desarrollar su estilo y reconocerse y valorarse y mejorar. Fluir y volver cuando les blanqueas y hacer foto para coleccionar lugares y conquistas. Si pretendes ponerles precio y encontrarles en museos y galerías es que no te enteras. Los que así funcionan ya no pintan la calle porque serán pisados implacablemente.
(ver todas las entradas del diccionario de las periferias)