
Fotos tomadas de @AscoMadrid
Brota en los descampados como las flores en primavera, desordenada y caprichosamente. Esta flor sale en todas las estaciones y es especialmente aromática en verano. Se acumula alrededor de los contenedores en cualquier esquina. Antes de ser tan poderosa y ocupar con su presencia aceras y calzadas se almacenaba en un cubo casero que se vaciaba en el camión que pasaba tras el toque de trompeta tuuuu!! La basura!!!! Que iba avisando al vecindario. ¡Salían las vecinas y los niños en tropel! y aprovechaban el encuentro para comentar sobre cualquier asunto de la comunidad, o para quejarse a los basureros, que rodeados de amas de casa silbaban al conductor para seguir su ruta subiendo a la parte trasera del camión a la carrera. Algunas veces silbábamos nosotros también y el conductor les dejaba colgados por un momento. El camión depositaba todo eso en un incipiente Vertedero. Otra modernidad de las ciudades ya que en el campo era impensable no aprovecharlo absolutamente todo.
Antes casi no existía, todo nos servía, todo se usaba y se reparaba, Ahora la clasificamos?. Siguiendo confusas consignas municipales la agrupamos por colores para intentar que algo se salve. También contamos afortunadamente con las personas que encuentran otro uso y utilidad a los materiales y objetos que se desechan a diario. ¡Cómo si fueran reemplazables por la naturaleza y con la misma facilidad con que los arrojamos al contenedor!. Ellos sin embargo, son considerados como una especie de resto social por la casta que tira la bolsa al contenedor, no se admira su capacidad de ver otra vida en esos trastos.
Ellos, claro, no son las grandes constructoras y cementeras que ven un ingente negocio en recoger y quemar, perdón valorizar, nuestros restos. Estas empresas lo hacen en los que denominan centros ambientales de reciclaje que se construyen con dinero público. Nosotros les damos la pasta, les damos la materia que nos envenena desde sus chimeneas y vamos primero dócil y aborregadamente a consumir en sus macrocentros comerciales, esos residuos de los que nos deshacemos en 0, para comprarnos otros.
Todo lo que llevamos encima no es más que basura en el corto plazo. Hace solo 50 años teníamos seguridad de lo que poseíamos: un abrigo, unos zapatos, una radio, un yo-yo o un perro… además el resto orgánico de nuestra alimentación era para los animales y la tierra. Ahora todo lo que tenemos es una mierda, unas máquinas que vemos obsoletas tras contemplar la publicidad o el escaparate y que inmediatamente después estamos deseando desechar y reemplazar. Nos desborda nuestra propia mierda. La basura está por todas partes porque hemos conseguido que todo nos sea ajeno y el espacio público no tiene valor de uso para los vecinos. Todo se ha convertido en un residuo. Nosotros mismos somos residuos de un sistema que obtiene ganancias de la contaminación, la degradación y la basura.